Explicaba el Dr. John que una vez trató a un paciente, un joven quiropráctico, que había ingresado en la profesión debido a un dolor crónico e implacable en la parte baja de la espalda y en la pierna izquierda. A pesar de haberse sometido a todos los ajustes posibles, los síntomas persistían.
Debido a las resistencias que el joven ofrecía, el Dr. John le ayudó a desarrollar el concepto de un Médico Interno, una entidad sabia que conocía todo sobre su salud y su cuerpo. Juntos, trabajaron en crear un personaje para este Médico Interno, pidiéndole que se acercara y se familiarizara con ellos. Querían comunicarse con él porque necesitaban su ayuda. El Médico Interno se manifestó como un hombre sabio y amable, que comprendía el dolor de espalda y de piernas, así como la razón de su existencia.
Comenzaron el diálogo con el Médico Interno y, después de mucho intercambio y de establecer una buena relación, el Médico Interno accedió a mostrarles el motivo del dolor. Con cierta dificultad, el paciente revivió una experiencia en la que estaba de pie junto a la cama cuando su hermano mayor murió de leucemia en casa. El paciente tenía entonces tres años.
Tras reforzar la comunicación entre la conciencia consciente y la no consciente, el paciente pudo oír a su tía decirle a su madre, justo después de que su hermano exhalara el último suspiro, que al menos su hermano ya no sufriría más. La mente de tres años del paciente interpretó esto como que si tenías dolor, vivías, y si no lo tenías, morías. La parte no consciente del paciente interpretó que el dolor era una parte vital de la vida.
Al identificar y liberar la emoción atrapada, el paciente pudo experimentar una liberación somatoemocional .
El resultado fué una reducción del dolor, mayor movilidad, y una mejora general en el bienestar emocional y físico.